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Martín, El niño que no quería ser futbolista.

  • Foto del escritor: María Fernanda Ipiales.
    María Fernanda Ipiales.
  • 12 may 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 20 may 2019

En la cancha los latidos del corazón son eufóricos, con tal fuerza que se siente que quieren salir del pecho. Él se muestra tranquilo, sin nervios, parece que piensa en la diversión del juego, pero en el fondo está con sed de victoria. Suena el pitazo inicial, sus pasos entran fuertes y los saltos del niño más grande del equipo marcan la diferencia. Los comentarios de la barra contraria no se hacen esperar: "Ese 24 está muy grande, ese ha de tener unos 15 años" y el padre del número 24, que siempre se muestra paciente ante los comentarios sobre la estura de su hijo, gira su cuerpo hacia la mujer y la mira a los ojos para responder "el 24 es mi hijo y solo tiene 12 años" y la mujer apenada solo puede responder "se ve que si toma la sopita". Ese comentario saco una discreta sonrisa en el rostro del hombre, que miraba a su hijo jugar con la emoción que sentía la primera vez que su hijo toco la cancha, esa emoción que se repetía en cada partido.


Fue en tierras antioqueñas donde Derly se enteró que estaba embarazada, después de sentir algunas molestias recorrer su cuerpo,ya era madre de una niña de 5 años y desde que Derly era joven había soñado que sus hijos fueran una pareja formada por una niña y un niño, en ese orden correspondiente y Dios la había escuchado enviando un niño, no estaba en sus planes, pero fue recibido con amor . El proceso de gestación no fue sencillo,había sufrido amenazas de aborto pero su bebé llegaría sano y desde el vientre de su madre ya se sabía que sería grande.


Nació en San juan de Pasto rodeado de toda su familia, abuelos maternos y paternos, tíos, primos. Un 26 de septiembre con el signo de Libra nació Martín Enrique, nombres que se escogen de imprevisto, puesto que su mamá quería llamarlo Santiago, pero su padre entre juegos y apuestas le dijo al suegro que si era niño llevaría su nombre, Enrique y así fue.


Cuando Martín inicia en el fútbol fue a la edad de 9 años. En una tarde calurosa, la familia se había mudado a La tierra de los capachos, el cuatro y el arpa. A las puertas del Llano, Villavicencio-Meta, Debido a que su padre, miembro activo del ejército, debía cambiar de ciudad cada 2 años para cumplir su deber. En aquella tarde mientras los rayos del sol acariciaban la piel y las palmas se mecían al ritmo lento. Martín se encontraba compartiendo con sus amigos quienes hablan de una escuela de fútbol. El fútbol no era su fuerte, si lo jugaba era con su papá y simplemente pateaba el balón por complacerlo, pero su padre al oír de la escuela no dudo un segundo en inscribirlo en la Escuela de fútbol de la Fuerza Aérea.


Equipo fuerza aérea F.C- Semillano F.C

Los primeros días son inolvidables. Después de las tardes de entrenamiento llegaba a su casa con lágrimas en sus ojos a refugiarse en los brazos de su madre y le pide no regresar. Explica que los niños se burlan de él. Que era torpe y le pegan con el balón.

Ellos eran más grande y tenían experiencia. -Explica Martín.

-Eran niños que desde los 4 años estaban entrenando y yo tenía 9 años y para mi eran difíciles los ejercicios y manejar el balón.


Inicio en la posición de Defensa, debido a su estatura; su altura había aumentado al ritmo de la temperatura de las tierras llaneras. En aquella posición se sentía cómodo, aprendía con más agilidad y lentamente la pasión por aquel deporte de pesadilla se volvió en su mayor amor, tomando cada fibra de su cuerpo, lo que le permite conocer a la que será su compañera de vida. La disciplina.


-Martín es un muchacho demasiado disciplinado y sé que con la ayuda de sus papás llegará a una Profesional-Dice Jhon Ramírez, conocido como Koko, su primer entrenador.


El esfuerzo del niño lo hizo pasar de ser el peor al mejor, practica las jugadas que ve en internet, además la confianza del menor de los Ipiales también creció; antes era un niño tímido, ahora un niño atrevido, valiente y perseverante. Uno de los niños más “recocheros” de su clase y el más querido por parte de sus amigos de cancha y los del colegio, pero los retos no terminan allí.


La escuela dejo de ser activa en los torneos. Su equipo inestable debido a que sus compañeros eran como el, hijos de miembros de las fuerzas armadas que se movían cada dos años a diferentes ciudades y eso lo estaba aburriendo.

Sus padres decidieron llevarlo a otra escuela,una escuela alejada de su casa donde inicia desde cero, en una categoría que no es la suya. Empieza a jugar con niños mayores por 2 años a él. Llega agotado a su casa, después de largas tardes a quejarse con lágrimas de frustración. Lo estaban quemando.


Ahí sus papás entienden que es mejor que lleve su proceso. Regresa a su escuela, y es en el año 2018 donde empieza el trabajo duro, pues Koko envía al menor como “Préstamo” a una escuela al otro lado de la ciudad. Independiente Meta lo recibió encantado, el jugador tenía brillo,rapidez, talla y era un gran refuerzo para su equipo.


Así Martín pasó de estar quieto sin torneos a jugar en tres al mismo tiempo. A organizar su tiempo para poder tomar el bus a tiempo desde su casa en la vereda de Apiay para trasladarse a su nuevos entrenamientos al otro lado de la ciudad.

La nueva estrategia de chantaje de sus padres ahora era el fútbol.


-Si no hace tareas no va a Partidos-Dicen sabiendo que tocaban el talón de Aquiles del muchacho quien sin fútbol ahora sentía que no podía vivir.

Lavaba los platos, leía libros, hacia tareas y todo con tal de que el sábado y el domingo poder ir a sus partidos sin preocupaciones. Conoció toda la capital llanera a punta de fútbol y canchas. El punto culmine de su espera fue jugar Pony Fútbol su nuevo número el 24, número que relució en los tiros libre y en los penaltis. La seguridad del equipo era ahora el niño moreno de 12 años que desde la tribuna se muestra como uno de 16, la marca del equipo rival.





Con un equipo de pases rápidos, inteligente y comprometido, logro llegar a cuartos de final de la pony, jugando en el estadio Macal el que fue un partido de infarto, donde todo se definió en penaltis. Ipiales fue el segundo en cobrar, en la tribuna todos se mordían las uñas, estaban confiados, era algo que él practicaba y llevaba tiempo de hacerlo, suena el pitazo, da algunos pasos hacia atrás y toma impulso, el arquero está preparado... Y el balón no tocó el arco. Se lo había comido. ¿qué había pasado? ¿exceso de confianza? todos se voltearon a ver estupefactos por lo sucedido.

Los jugadores salieron de la cancha a su tribuna, sus compañeros habían soltado algunas lágrimas con tristeza pero él sonrió a sus papás quienes le veían algo enojados, pero que sonrieron con él después ya se sabían qué días se ganaba y en otros se perdía.


-La experiencia es lo gratificante.


Pero no sería su última experiencia, el camino es largo. Solo tiene 12 años y tiene hambre de fútbol. Por el trabajo de su padre ahora está en Medellín y al llegar lo primero que hizo fue buscar una escuela y no detenerse. Pues espera que como James Rodríguez y Edwin Cardona la ciudad de la eterna primavera, sea la sede de ese equipo que le permita encontrar su camino al fútbol profesional.


Martín sabe que el esfuerzo no termina y que después de todo ahora si quiere ser un gran futbolista.

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